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viernes, 17 de junio de 2011

WALTER BULACIO: A FUERZA DE LUCHA, LLEGA EL JUICIO

Con 20 años de demora, y aunque sólo se lo juzgará por la privación ilegal de la libertad, a partir del 3 de agosto el comisario Miguel Ángel Espósito, ex titular de la comisaría 35ª y jefe del operativo policial desplegado el 19 de abril de 1991 en las inmediaciones del Estadio Obras, deberá enfrentar un juicio oral.
Los hechos que ocurrieron el 19 de abril de 1991 en las inmediaciones del Estadio Obras son bien conocidos. No es necesario recrear en detalle las circunstancias en las que centenares de personas fueron arrestadas en una “razzia” durante un recital de rock, ni cómo Walter Bulacio, de 17 años, murió una semana después en un hospital, como consecuencia de la tortura. Tampoco es necesario reseñar la infinita causa judicial, que a lo largo de 20 años ha mostrado la decisión de garantizar la impunidad de los represores, gobierno tras gobierno.
Con más de 20 años de demora, llega el juicio, que empezará el 3 de agosto, ante el TOC nº 29. Un juicio que es el intento definitivo de consolidar la impunidad, porque además de llegar tarde, llega mal. El comisario Miguel Ángel Espósito será el único acusado. Bien acusado está, pero habrá demasiadas sillas vacías. Espósito, como los comisarios que dirigieron la represión del 19 y 20 de diciembre de 2001, como el comandante Chiappe que dirigió el operativo en el Puente de Corrientes, como cada policía que aprieta el gatillo contra un pibe pobre o como cada guardiacárcel que tortura un preso, es sólo el ejecutor. Ninguno de sus mandantes enfrentará un tribunal.
Tampoco se lo juzgará por la muerte de Walter, ni por las torturas a los restantes 73 detenidos. El objeto del juicio será, exclusivamente, la detención ilegal. Que no es poco, pero no alcanza. Nunca alcanza la justicia del mismo sistema que reprime por necesidad fundante de la clase que domina.
Pero la lucha no se apaga. Crece y crece, con cada pibe que, en un recital, una marcha o una cancha de fútbol, canta “Yo sabía…”, con cada familia que no se resigna a que la policía haya fusilado a su hijo y se suma a la militancia antirrepresiva, con la convicción profunda y constante de que la única respuesta posible, frente a la represión, es la organización y lucha.

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