NO AL 2x1 - Basta de domiciliarias a los genocidas! * SI NO HAY JUSTICIA... HAY ESCRACHE * A dónde vayan los iremos a buscar!

miércoles, 22 de junio de 2011

LOS QUE LUCHAN Y LOS QUE LLORAN

“Y volví a encontrar dentro de mí una extraña, indefinible sensación de que desertaba, de que retornaba al mundo de los que lloran”.

Jorge Ricardo Masetti

“Los que luchan y los que lloran”.

En el mundo de los que lloran reina el desgaste de la memoria social. Allí, los lenguajes que otrora transportaban el proyecto emancipador pueden ahora servir para maquillar tanto políticas de representación de intereses sectoriales como de conciliación de antagonismos.

En el mundo de los que luchan no hay años del Bicentenario. Desde hace siglos el capitalismo es siempre el mismo, y utilizando las mismas reglas nos recuerda que apenas cruzadas las puertas del tercer milenio, pueden existir desamparos límites que se corresponden con el inicio de la Revolución Industrial.

En el mundo de los que lloran el hambre puede convivir con la mafia, porque es hegemónica la percepción cínica de la realidad, donde no hay malestar social que no sea plausible de ser pasado por la horma de la negociación constante entre fines y medios.

En el mundo de los que luchan nunca existieron “derechos a medias”, porque la voluntad transformadora convierte al desposeído en “sujeto”, nunca en beneficiario de un status mejorado.

En el mundo de los que lloran la Justicia parece incluir los palos en las cárceles, los tiros policiales en la nuca en los barrios, los desaparecidos en “democracia”, los desalojos represivos de los que se caen del margen social y las patotas sindicales que defienden con uñas y dientes sus privilegios, ya que esos son sólo efectos no deseados del esquema de elección entre el “mal menor” y el “mal mayor”.

En alguno de esos mundos, Camilo es hijo de Julio César Cagni y Nora Liliana Silvestri, secuestrados el 22/06/1977, en una casa en 46 entre 5 y 6 en La Plata. Matías y Martín son hijos de Carlos Alberto Moreno Max, en los ’70 abogado laboralista de los obreros del sindicato AOMA de la empresa de la Fortabat en Olavarría, Detenido-Desaparecido de Olavaria, secuestrado en la vía pública el 29 de abril de 1977. Diego es hijo de Lidia Nelida Massironi y Roberto Perdoni, militantes del ERP desaparecidos en junio de 1976. Claudia y Felipe son hijos de Héctor Aníbal Bellingeri, militante del PROA, desaparecido desde el 12/05/1977. En alguno de esos mundos Yiya es hija de Haroldo Logiurato, militante del PROA, desaparecido el 12/06/1977. Andrea es hija de Luisa Marta Córica, asesinada el 7/04/1975 por la AAA. Gonzalo es hijo de Héctor Chávez, asesinado por la Triple A en 1975. Laura es hija de Adrián Claudio Bogliano y María Susana Leiva, secuestrados el 12/06/1977 en Villa Elisa. Camilo y Pía son hijos de Oscar Dionisio Ríos, conocido por sus compañeros como “chino” o “el cabezón “, secretario general del PCML, secuestrado el 02/11/77 en su domicilio en Capital y visto en el CCD El Banco.

En alguno de esos mundos, Lucía es hija de Gustavo García Cappannini, militante de Montoneros, detenido-desaparecido el 14/10/1976 en la provincia de Buenos Aires a la edad de 27 años, y de Matilde Itzigsohn, también militante de Montoneros y empleada de Astilleros Río Santiago, detenida-desaparecida en la ciudad de Buenos Aires el 16 /03/1977 a la edad de 27 años. Ramón es hijo de Arturo Baibiene y Elba Leonor Ramírez Abella, asesinado y secuestrada el 26 /04/1977 en su casa de Berisso. Elba fue vista en el CCD La Cacha en junio de 1977. Permanece desaparecida. Ana es hija de Pablo Alberto Balut, conocido por sus compañeros como “el Turquito”, militante del PCML, jugador de rugby y comerciante, secuestrado a los 28 años en Mar del Plata el 24/10/77. Visto en los CCD Base Naval de Mar del Plata y Base Naval de Punta Indio.

En alguno de esos mundos, Ana Laura es hija de Mario Miguel Mercader y Anahí Fernández, secuestrados el 10/02/1977 en su casa de Tolosa, La Plata, y vistos en los CCD Comisaría 5° y Pozo de Banfield, respectivamente. Y Pablo Rivelli es hijo de Roberto Abel Rivelli y de Elba Beatriz Pirola, estudiantes de arquitectura de la UNLP, secuestrados en La Plata el 9/10/76.

Ninguno de los aquí nombrados, ni sus familias, han obtenido justicia ni condena sobre los represores responsables del secuestro y desaparición de sus padres. Pero sabemos que la lucha contra la impunidad de los crímenes del terrorismo de Estado en Argentina no es una lucha sólo individual o familiar, y así lo ha demostrado el proceso de construcción de memoria de casi 35 años que los organismos de Derechos Humanos han elaborado junto al pueblo comprometido en sus demandas. Esta es una lucha de toda la sociedad, contra de la impunidad de la barbarie de ayer y contra los abusos represivos de hoy.

Pese a ello, la obsecuencia, los enjuagues des-ideologizantes y la campaña electoral de este año los motiva a juntarse en una agrupación kirchnerista que usurpa la identidad de lucha de16 años de una organización independiente de Derechos Humanos para destacar “los avances en el juzgamiento a represores”. Seguramente los aquí nombrados incluyen en ello los 47 juicios con condenas dispares que han servido para encarcelar a dos centenares de represores por los casos de unos 800 compañeros en estos 8 años de reapertura de las causas contra los genocidas. Lo cual no invalida afirmar que esos procesos son fragmentados, parciales y reconocen sólo al 10 % de los dos mil y tantos procesados en estas causas, cifras mucho menores al total de genocidas que planificaron y ejecutaron el genocidio en nuestro país.

Sin embargo, los aquí nombrados afirman que “hace 16 años, cuando nos organizamos, no había justicia; por eso elegimos como método el escrache, la condena social", y que hoy este 10 % de condenas sobre procesados es “Justicia”. Con total certeza, los aquí mencionados reconocerán que una herramienta de lucha social como el “escrache”, hoy hecha propia por amplios sectores populares en demanda de justicia, es impracticable con una situación de “Justicia” que incluye represores prófugos, genocidas procesados e incluso condenados que gozan del beneficio extraordinario de la prisión domiciliaria, y cómplices civiles del terrorismo de Estado, integrantes del poder judicial, del ministerio público y de las empresas líderes de la burguesía local, que jamás vieron cuestionado su accionar encubridor del genocidio. Con lo cual no habría más motivos para seguir luchando y resistiendo.

Como los aquí mencionados aseveran que “falta mucho por recorrer, que todavía no hemos podido encontrar cerca de 400 hermanos que se encuentran secuestrados por los genocidas y sus cómplices, que la justicia no será definitiva hasta que queden presos todos y cada uno de los responsables del genocidio cívico-militar", se los reconoce socialmente como militantes que organizan sendas comisiones de “Hermanos” para buscar la identidad de los jóvenes apropiados y de “Legales” para seguir las causas contra los genocidas y explicarle a la sociedad de qué se trata este proceso de juzgamiento y cuáles son sus distintos matices..

Pero sobre todo, los arriba aludidos hacen su opción política, y enfatizan que “participamos y estamos orgullosos de este proceso de transformación del Estado que desde aquel 25 de Mayo tiene como unos de sus objetivos principales la construcción de un país justo, libre, soberano y emancipador, tal como lo soñaron nuestros viejos y nuestras viejas”.

Seguramente, lo que sus viejos y viejas soñaron es un país con desocupación, pobreza, hambre, desigualdad, clientelismo y represión, por eso el legado histórico de sus padres no se trata del mandato de luchadores revolucionarios, sino del de simples soñadores que apoyaron cualquier opción acuerdista y democrático burguesa que se les cruzó en su momento histórico. Con lo cual, para los arriba nombrados no sólo no hay motivos hoy para seguir luchando, sino que la lucha fue siempre eso: la instrumentación de lo exclusivamente posible, o una simple valoración moral entre fines y medios.

Con todo, individual o socialmente, siempre estamos obligados a decidir…a elegir si integramos las trabajosas filas de los que luchan o el vasto campo de los que lloran. Nosotros decidimos.

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