NO AL 2x1 - Basta de domiciliarias a los genocidas! * SI NO HAY JUSTICIA... HAY ESCRACHE * A dónde vayan los iremos a buscar!

miércoles, 2 de noviembre de 2011

CCD Comisaría 5° de La Plata

Durante el lapso comprendido entre el 5 de abril de 1976 y el 7 de febrero de 1978 funcionó en la comisaría 5º de la ciudad de La Plata un Centro Clandestino de Detención y Torturas. En ese período la dependencia oficial continuó con sus funciones legales, particularmente en las oficinas que se encuentran al frente del edificio, ubicando a los detenidos desaparecidos en las dependencias traseras y utilizando algún lugar ubicado subiendo unas escaleras para diferentes propósitos, como por ejemplo exámenes médicos (ver testimonio de Adriana Calvo fs. 102/129) y tortura con picana eléctrica (ver testimonio de Jorge Julio López fs. 54/68 del anexo de declaraciones de juicio por la verdad). Asimismo se encuentra acreditado por distintos testimonios que el patio de la Comisaría fue utilizado para torturar detenidos con el método del “cepo” dejándolos durante días a la intemperie, incluso mojándolos con agua salada. (testimonio de Adriana Calvo) Se encuentra acreditado en la causa que existieron al menos tres calabozos colectivos y alguno individual. De los calabozos colectivos uno estuvo destinado al alojamiento de mujeres, al menos durante el lapso en que estuvo detenida Adriana Calvo, luego existen constancias de que fue ocupado por hombres y mujeres simultáneamente (declaración de María Cristina Bustamante en juicio por la verdad). Ese lugar se componía de cinco pequeños compartimentos de dos (2) metros por un (1) metro de superficie, de los cuales cuatro eran celdas y el último una letrina. Todos daban a un pasillo común donde las detenidas pasaban la mayoría del tiempo juntas, salvo por las noches en que las puertas de las pequeñas celdas eran cerradas por la guardia. La puerta, que daba al patio, era una reja con una chapa metálica que no llegaba a cubrirla totalmente y tenía pequeños agujeros por los que las detenidas podían mirar a los carceleros. En este espacio llegó a haber diecisiete mujeres detenidas, es decir más de cuatro por celda. (testimonio de Adriana Calvo) Otro de los espacios colectivos, ampliamente descripto por los sobrevivientes, era un calabozo para hombres que daba a un baño al que eran llevadas las mujeres y en el que se podían comunicar con sus compañeros a través de la mirilla de la puerta que daba a este calabozo. Esta situación ha sido relatada por Adriana Calvo, Miguel Laborde, Carlos de Francesco, entre otros, en las declaraciones a las que ya hice referencia. Las condiciones de vida en este espacio eran absolutamente deplorables. Las descripciones son contestes en cuanto a que era un lugar no muy amplio (seis metros por cuatro metros) en el que se alojaron hasta veintisiete personas, por lo que las paredes condensaban la humedad propia de la respiración de los detenidos formando charcos en el suelo en el que debían dormir. Asimismo, este hacinamiento generaba un olor descripto como nauseabundo por Calvo, De Francesco y otros detenidos, al punto que, tal como lo relata este último testigo, los carceleros no podían disimular el asco al entrar en el lugar. Asimismo funcionó un tercer calabozo un poco más pequeño en el que había menos detenidos y al que eran trasladados los detenidos del calabozo grande cuando éste era desinfectado, y viceversa. Poco se sabe respecto de dicho lugar porque el grupo de detenidos (que era el dependiente del Segundo Grupo de Tareas) no tuvo sobrevivientes y las referencias fueron aportadas por los demás detenidos y detenidas, que al cruzarse con este grupo (en los baños u otras circunstancias) intercambiaron alguna información con ellos. Existen también constancias de una celda individual, como de castigo, en la que por ejemplo estuvo aislado Guillermo Araquistain a causa del deterioro en su estado de salud (declaración de De Francesco). Por otra parte, cabe resaltar que la comida era por demás escasa (Laborde recordó haber estado cuatro días sin comer) y llegaba en una camioneta que salía de la comisaría y volvía al muy poco tiempo con la olla. Muchos detenidos afirman que esa comida provenía del Seminario que se encuentra próximo a la Comisaría Quinta y que dicha aseveración se debía a que un detenido (Baccini) que había sido seminarista dijo reconocer la comida, por ser típica de dicha institución. El cuadro de hacinamiento, falta de higiene y alimentos, y algunos claros episodios de torturas físicas se completaba con la obligación de permanecer con los ojos cubiertos, las manos atadas y en silencio (orden desobedecida por los detenidos cuando los carceleros no los veían).

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